Jose Luís López Torrija, vendedor de seguros a domicilio y felizmente casado cansado murió, junto a su chihuahua, en las profundidades del oceano pacífico trinchado por un pez espada.
Había despertado allí.
Solo pudieron recuperar las plumas de su almohada. Mientras, su viuda se desploma sobre un sillón de encaje, con la mano en la frente y cara de rostro pálido. Se ha desmayado. “Oh!” exclamó… Siempre soñó protagonizar una anécdota que estuviese a su altura.
Ahora todos se hacen la misma pregunta… ¿Qué cadáver le abrirá la puerta del automóvil, los domingos por la mañana, cuando salga a pasear las cenizas del pequeño Scrufy ?
¿Y no murió realmente por un empacho a emperador?
En verdad que me ha venido a la memoria aquel tema de Def con Dos llamado “Panico a una Muerte Ridicula”.
Aunque ahora veo que eso de decirle a alguien “anda y que te encule un pez espada” tiene su segunda parte. Igual no es lo mejor para contar a las amigas.
Yo creo que está clarísimo que estaba teniendo un sueño erótico. Estaría frágil del corazón o algo (con ese curro no me extraña).
No amigos, la clave de la historia es su señora Viuda. Él, después de todo , solo era un hombrecillo. Un vendedor de seguros, un oficinista, alguien que no le llegaría a su esposa a la suela de los tacones.
Por cierto, como aprovechais para pensar en penetraciones, sexo y empalamientos anales… Creo que voy a tener que escribir más sobre sexo. Tengo anécdotas geniales…
Pervertidos.